A veces me ha ocurrido que mientras que mis dedos deslizaban las últimas páginas de un libro mi corazón se encogía poco a poco hasta llegar a la última frase, aquella que marcaba el fin. En ese momento me llenaba de tristeza, era como perder a un buen amigo. Un amigo hace poco conocido, pero que sin pedirme nada a cambio cuando he querido me ha descubierto sus secretos, llevado a su universo de fantasía descrito por sus letras, presentado a muchas personas que viven en sus páginas y narrado hechos reales o imaginarios, recuerdos o sueños, quizá contemporáneos, quizá ocurridos hace siglos que yo nunca podría vivir. Llegado a ese fin es como tener que despedir a ese amigo, que manso y agradecido por permitirme conocerle vuelve a su lugar en la estantería, esperando a que me acuerde de el, paciente y fiel por muchos años que pasen. Si le regalo no se siente traicionado puesto que sabe que siempre me acordaré de el y le entrego a alguien que le va a cuidar como yo, alguien a quien contar su historia como si fuese a mi, y me permite escribir en su primera página, justo la opuesta a esa que me duele llegar un mensaje a la persona a quien le confío. Una presentación de lo que dentro le espera, para que siempre que confíe en este libro para viajar con su mente se acuerde de mi, le regalo a mi amigo de papel con un poquito de mi alma.

Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Creo que un libro regalado es un pequeño cofre en el que se guarda una parte de ese tesoro. Hay libros que moldean tu alma, o marcan un tiempo de tu vida. Los hay que hacen evolucionar tu manera de pensar o de entender la vida, y quizás por eso entregar ese libro es regalar poder sobre ti, es abrir una ventanita que apunta hacia tu alma, una fotografía congelada en el tiempo de tu mente. Regalarle a alguien aquello que te ha estremecido, que te ha hecho llorar en noches de soledad o alegrarte en días sombríos es regalar tu personalidad, es, quizá, darte a ti mismo como un presente. Y volver a abrir a ese amigo sabio de papel, y que te salude con una nota manuscrita por alguien que quieres (o querías) es siempre un viaje atrás en la memoria de días ya enterrados, en los que esa persona con ese pequeño acto influyó en ti para siempre.

Quizás por eso hoy me ha dolido el alma al mutilar a uno de mis pequeños cofres impresos. Esa primera página de cálida bienvenida escrita con tinta azul hace mucho que se convirtió en un pesado sello, una losa que cerraba parte de mí y de mi pasado. Pero me he decidido a hacerlo para recuperar esas noches leyendo fascinado en las que soñaba tranquilo con un bonito mundo que se aparecería ante mí al amanecer.

Era de lo poco que me quedaba de ti. Hoy leo el retrato de Dorian Gray mientras que tu página firmada jurándome amor descansa en la basura, con otras muchas cosas que ahí se fueron en estos años, tanto tangibles como no. Mi pequeño libro seguro que me perdonará por el placer de volver a contarme su historia, esta vez ya libre de ti. Porque me he dado cuenta de que esa página del libro era lo último que quedaba de ti en mi vida.

Espero que tu vida te haya ido mejor desde que nuestros caminos se bifurcaron. Tu recuerdo ya descansa en paz en el limbo de los sueños de un niño que ahora es un hombre melancólico, pero que cuando se siente con fuerzas sabe que el mundo sigue apareciendo para el con cada amanecer.



-(_ArkangeL_)-

Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras que no la ame (Oscar Wilde).