--Al principio siento cierto miedo. Perdí la noción del tiempo andando por el campo. Las horas pasaron translúcidas entre las ramas de los castaños, y ahora, en un claro, veo al sol huir. No me he perdido, pero si estoy lejos de los míos. Bajo corriendo una ladera para unirme a un camino, pero pienso....
--... y me enamoré de ella.
--A mi espalda ella había nacido mientras caminaba. No la había visto, pero sabía de su presencia. Levanto la vista y veo lo que me rodea con la luz plateada de la luna. Alzo los ojos y observo su resplandor funéreo y tranquilizador, eterno e imperturbable.... marmóreo como los querubines custodios de los mausoleos, pero viva como el brillo de unos ojos...
--A veces, en las ajetreadas noches de ciudad, me da cierto rubor mirar al cielo. Pienso que la Luna es uno de los ojos de Dios, y me avergüenzo de que me vea, de las veces que traicioné a mi conciencia, de mis traiciones y deslealtades, del daño que he causado o no he evitado... Pero ahora, lejos de todo lo que es “mi vida”, mis preocupaciones, mi hogar... me siento hechizado por la magia de ese Divino ojo, de esa perla colgada por un ángel en el cielo, por su magia...
--Todo ha cambiado a su luz, el mundo se muestra distinto a como lo creía: sereno, inmutable, bello... frágil. Frágil como las conciencias, como un silencio, al que un lejano eco puede romper. Con ese encanto de las cosas frágiles, que en contra de ser un defecto es una virtud que las hace más especiales... mi Medianoche es frágil, porque puede que al amanecer la olvide. Puede que al volver el color al mundo olvide la fría y terriblemente hermosa eternidad que estoy contemplando...
--A mis ojos la naturaleza muestra su alma: inmortal e imperecedera, fría y enigmática. Y por encima de ella brilla la Vía Láctea, el reflejo de nuestra propia galaxia. Un camino celestial, una nube argentada que cruza el cielo de horizonte a horizonte, y casualmente paralela al camino terrenal que me lleva a mi casa. Al ver todo lo que me rodea transformado con fascinación decido observarme a mi mismo. Bajo la vista y al ver mis manos las veo pálidas y hermosas, como de estatua, esculpidas en eternidad. Podría creerme un Ángel recorriendo el camino celeste rumbo a su hogar, y quien sabe, en cierto modo así puede ser.
--Tímidamente recobro el caminar y observo mi casa a unos metros. Bajo sus farolas mi pueblo es el único punto de color en la inmensidad que me rodea, el resto es plata y diamante. En la puerta hay alguien haciéndome gestos. Seguramente estarán preocupados por mi. Hace ya demasiado que ha oscurecido, puede que incluso el amanecer arribe enseguida, pero para mi todo ha sido un suspiro. Me he sentido un ser sobrenatural, hecho de luz y amado por la Luna. En las montañas que hay sobre mi pueblo muere el Camino del Cielo, y allí, a su lado, está el Lucero, la estrella que más brilla del cielo... Las sigo hasta llegar a mi hogar...
--Me reciben con rostro preocupado. Temían que en la oscuridad hubiese tenido algún percance. Podría explicarles que la oscuridad no existe, que ha sido más luminoso si cabe que el día, y por supuesto más mágico, pero prefiero guardarlo para mi. Tal vez sea un elegido y ese sea un secreto que he de custodiar: el secreto de la Luna y del Alma del Mundo...

simplemente ..... sublime,me inclino ante vos caballero