Me imagino a Dios sentado en una mesa. En una de esas grandes, de arquitecto. Tiene a mano un estuche con algo parecido a lapices de colores, pero en lugar de rojos, verdes y azules tiene emociones, virtudes y vicios del alma humana. Con ellos nos dibuja a cada uno, con preeminencia de una u otra cualidad según los lápices de colores que use.
Llega el momento de dibujarme a mi. manos a la obra: mucha esperanza, toques de pasión, muchas líneas de egoísmo... Se suceden las formas de colores sobre el papel: alegría, fidelidad, pereza, irascibilidad... Un garabato indica que seré propenso a soñar despierto. Otro, en la esquina contraria, que no seré constante a la hora de realizar mis metas. Unos trazos que se alejan y difuminan hablan de esa timidez que el tiempo y la vida hará remitir. Una gota de melancolía y otra casi igual de añoranza rematando un bosquejo de sensación de soledad. Un gran borrón de soberbia no lejos de la firma de la apatía...
Pero de repente Dios se dio cuenta de que le faltaba un lápiz: el rencor. Tal vez se le había gastado de tantos espíritus orgullosos y vengativos que pasaron por su mesa. El caso es que ese alma, con muchos más defectos que virtudes no iba a poder sentir rencor. Probó con el lápiz de la desilusión sobre el dibujo de la ira y el lápiz de la ira sobre el dolor, y gastó el del dolor intentando tapar a la alegría y a la felicidad. Pero el resultado no fue el mismo, la mezcla de colores en muy pocos lugares se parecía al rencor y lo que había quedado era, nunca mejor dicho, un alma desdibujada. Y quizá pensando en convertir esa carencia en virtud puso ese alma sin un color en el mundo.
Por si te lo estas preguntando: si. Mientras escribo esto estoy completamente sobrio. Tumbado en mi cama mirando a donde se supone que esta mi techo velado por la oscuridad de la noche, escribiendo mis errantes pensamientos en una brillante pantallita táctil. Pero mientras el insomnio hace conmigo vigilia me he acordado de esa persona que hace poco me despidió, espero que no para siempre, por la necesidad de hacer una nueva vida en la que yo solo sea un bonito recuerdo, una sonrisa ante una canción concreta y un sueño que ha quedado atrás. Hace no mucho que estuve con ella, estaba muy cambiada, en algunos aspectos quizá demasiado, pero por primera vez parecía feliz. Pasamos horas maravillosas conversando y confesándonos, hablando hasta no poder más.
Me ha pedido que me aleje. Puede que sea un estorbo, puede que crea que me va a hacer daño o incluso que me vea como un recuerdo demasiado cercano e incómodo. Sea como fuere me gustaría seguir conservando su amistad. Pero lo primordial es que ella sea feliz.
Y no siento rencor por los meses de lágrimas. No siento rencor por los sueños rotos ni por los desplantes. No siento rencor por no ser yo el elegido, por el amor perdido o las noches de llantos. No siento rencor por una imprevista despedida...
Solo siento deseo de que encuentre la felicidad. Esa misma felicidad que me desesperé por proveerle cuando estaba conmigo y para mi se fue cuando me dejó. Aquí, en una mas de mis interminables noches en vela solo deseo saber que, por fin, ella es feliz.
Y mi último deseo es que tenga presente que aquí me tiene, que puede contar conmigo cuando me necesite y que mi amistad es irrenunciable. Y que desde las brumas de la distancia velaré por su felicidad.
-(_ArkangeL_)-Y extrañamente mi corazón sufre pero me anima a sonreír...